Música – Seria pero no aburrida.

Por Félix Maocho
27/6/2010

Oír música clásica se ha transformado por la fuerza de la costumbre. en el sustituto pagano de las misas dominicales, nos ponemos nuestras mejores galas y circunspectos asistimos con recogimiento a aquello que unos señores vestidos de negros frac tengan a bien en soltarnos y en un momento dado, cuando el guión lo indica, nos ponemos en pie y soltamos unos cuantos aplausos, unos extemporáneos “bravos” e incluso un “bravísimo” e “ite missa est”, todos a casa con la satisfacción de haber cumplido con nuestra obligación de asistir a la comunión cultural de las clases medias. 

Sin embargo la música clásica nació siendo otra cosa, fue la música con la que nuestros antepasados llenaron sus ocios, con la que se amaron, con la que cantaron  y en muchos caso bailaron. En mi opinión, hemos perdido con el formalismo culturalista con que hemos rodeado la audición de música clásica, gran parte de su poder lúdico.

 

Por eso es de agradecer cuando los músicos, buscan la complicidad del público para volver a encontrar una participación activa de la audiencia, que es la única que permite gozar de la música al cien por cien.

Así ocurre por ejemplo en tradicional  Concierto Año Nuevo que se celebra en Viena en la mañana de los 1 de Enero de cada año, que finaliza con la no menos tradicional Marcha Radetzky en la que el público interviene con sus aplausos en el mismo concierto  disfrutando con ello como pocas veces en nua sala de conciertos.

Observen con el gran Barenboim anima y dirige a la sala para su participación con los másicos en la Marcha. 

Otros músicos intentan lo mismo en lagares menos estirados que las salas de conciertos, asi es raro pero ocurre que en festivales veraniegos por eje,plo les dejo un cocierto de ópera animado por el grán musico André Rieu celebrado en Cortona en la Toscana italiana, donde basta ver la cara del público y la orquesta para observar como disfrutaron de aquella audición.

A mi me gustaría que esta búsqueda de al agrado del público se produjera con más frecuencia, no digo que si hiciera siempre, pues podríamos transformar las salas de conciertos en verbenas y tampoco es eso, pero si conseguimos reducir la capa de almidonado que han adquirido los conciertos y volvemos a darles una saludable flexibilidad y elasticidad quizá consigamos divertirnos todos  un poco más en los conciertos.

Félix Maocho

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