Felix Maocho

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Huerto Familiar – Riego óptimo de los ajos

Por Félix Maocho 
8/7/2015

El ajo es una planta que tradicionalmente se ha plantado en secano en la meseta castellana, precisamente los ajos más famosos son los de Las Pedroñeras (Cuenca).

Es por tanto una planta que tiene lo suficiente para prosperar con una climatología escasa en lluvias, lo cual no quiere decir, que de ser posible, no lo agradezca recibir algún riego, mejorando tanto en tamaño como en calidad de sus bulbos.

Pero existe el riesgo de que nos pasemos de riego, pues como indico, es una planta mucho más preparada para defenderse de la sequía, que del exceso de agua.

La calidad y calidad del ajo dependen de los ciclos de riego y sequía a que esté sometida. Con mayores espaciamientos entre riegos, fomentamos un mayor desarrollo de las plantas, pero las cabezas de ajos, serán más pequeñas y el rendimiento será menor. Con riegos frecuentes aumentamos el rendimiento por hectárea, pero a costa de la calidad del producto..

El sabor y el olor del ajo dependen de la disponibilidad de nutrientes, (azufre, calcio, nitrógeno, selenio…), y del “clima” de lluvias al que le hayamos sometido, a mayor sequía sabor más concentrado. Por ello el control de la humedad del suelo donde crecen los ajos es fundamental. Los profesionales lo efectúan con tensiómetros, los aficionados a falta de tan útil instrumento tendremos que fiarnos más del calendario de riego de las lluvias y de nuestra intuición. Lo que se ha llamado el “dedo verde”.

La mejor forma de regar la planta es la que consigue llevar la humedad debajo de sus raíces, pero mantiene en lo posible seco su bulbo, algo que es complejo, porque las raíces del ajos son muy superficiales. Por tanto, es una planta ideal para regar con riego exudante, o par regar a pie de surco sembrando la planta en el alto del surcos, pues ambos métodos consiguen humedecer la zona donde crecen las raíces sin casi humedecer la superficie de la tierra donde crece la planta.

El goteo próximo, pero a cierta distancia de la planta, también sera una forma eficaz de regar el ajo, siendo el método menos adecuado, el riego por aspersión, pues en este caso inevitablemente, vamos a mojar la planta que está poco preparada para combatir los hongos.

Por ello los riegos los haremos poco abundantes y frecuentes o más abundantes y distanciados según sea, más o menos adecuada nuestra forma de regar, buscando mantener a seco el más tiempo posible la superficie del el suelo donde crece la planta. También influye el tipo de suelo, el suelo arenoso, drena mejor y seca antes la superficie, por lo tanto admite riegos más abundantes, en cambio las tierras arcillosas, forman más fácilmente charcos y mantienen durante más tiempo el terreno saturado de agua, por lo que los riegos han de ser más comedidos y distanciados.

Sea cual fuera el sistema de riego y la frecuencia elegida, habremos de procurar que toda la zona dedicada a la siembra de ajos reciban uniformemente su correspondiente ración de humedad.

Normalmente la siembra se lleva a cabo, (en España), en los días mas fríos del año, entre noviembre y enero. El ajo blanco se suele plantar en noviembre y el morado en diciembre o en enero. Si es una superficie pequeña la siembra se realiza a mano, colocando un diente de ajo a una profundidad de entre tres y seis centímetros, con la  punta del diente hacia arriba para evitar que se deforme el comienzo del tallo que es donde va a crecer el bulbo. El marco de siembra  es líneas separadas 50 cm y 20 cm entre plantas. De esta forma podremos andar y escardar las malas hierbas con comodidad.

Se recomienda dar un riego abundante unos días antes de la siembra para empapar bien la tierra y dar un primer riego unos diez días después de sembrar. A partir de ahí iniciar riegos suaves y frecuentes, (de un riego diario con riego exudante a cada tres días en riego por aspersión), para distanciarlos pasado un mes de la siembra, (hacia febrero), a un riego cada 4 o 7 días según forma de riego, e ir aumentando progresivamente los periodos sin riego entre los tres y cuatro meses reduciendo además la cantidad de agua utilizada en el riego. A partir de los cuatro meses, (en primavera), hasta la recogida de la cosecha se debe eliminar los riegos para facilitar el secado de los bulbos, y su posterior conservación.

De hacerlo óptimamente, se calcula suficiente repartir a lo largo de todo el ciclo, de cultivo 260 litros por m2, y por tanto de agua de riego habrá que descontar la que se reciban por la lluvia, por tanto en un año normal, el agua de riego viene a intercalarse entre los periodos anormales de sequía que se produzcan.

A más riegos, más proliferan las malas hierbas, por lo que periódicamente, (una vez al mes), pasaremos la azada escardando de malas hierbas el espacios entre los ajos. Con ello combatimos ademas laa plantas refugio de muchas de sus plagas más comunes, la mosca de la cebolla, las polillas y la carcoma del ajo.

Además a mediados de la primavera, más o menos a mitad de Mayo, convienen dar una vuelta para eliminar el llamado brote del ajo, o «palote» que en algún tiempo lejano dio lugar a la flor que producía las semillas, con ello conseguimos que el ajo coja más fuerza y la cabeza sea de mayor calibre.

En el plan de riegos realizado, deben tenerse en cuenta las precipitaciones de agua de lluvia que hubiera, para reducir o distanciar el riego a la parcela. En cualquier caso debemos suspender el riego en las últimas tres semanas antes de iniciar la cosecha, (o retrasar la cosecha si ha llovido), para conseguir que los ajos estén suficientemente secos como para no pudrirse.

Por supuesto, regar menos reduce el peso de la producción, razón por la cual muchos cultivadores actuales, no solo no lo hacen, sino que se han pasado a la producción de la variedad de procedencia china, del ajo gigante blanco y darlo abundantes riegos. Con ello aumentan los ajos que se pudren en casa y además su sabor es cada vez menos intenso. Sin embargo mientras que la gente prefiera comprar los ajos de gran tamaño, los cultivadores seguirán, (lógicamente), plantando y regando los ajos para que sean lo más grandes posibles, porque ellos tiene como objetivo, ganar dinero y no el enseñar al consumidor.

Hacia finales de mayo o junio, de acuerdo con la fecha de siembra, los riegos y la climatogía pero ya en días muy secos, para que el bulbo desprenda la tierra sin dificultad, se recoge la cosecha. Como las raíces son someras los ajos se arrancan con cierta facilidad tirando del tallo, o dando un golpe de azadón, lo habitual es formar pequeños mazos o abanicos de ojos, atados por el tallo con un cordel y dejarlos todos ellos extendidos sobre el suelo, para que el sol termine de desearlos. Posteriormente o bien se guardan colgados en estos mazos, o bien se hacen “trenzas·, quizá la mejor forma de conservarlos, o bien se les corta el tallo y se guardan a granel, de todas la peor forma de conservarlos.

Si deseamos ajos para siembra esperaremos que las hojas exteriores estén marchitas, pero si son para consumo mo es necesario esperar tanto.

Félix Maocho

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8 julio 2015 - Posted by | Horticultura | ,

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